Sanar nuestras heridas emocionales de la infancia, debe ser nuestra responsabilidad consciente, si queremos liberarnos del dolor y crear vidas plenas.
Si nuestros padres hubieran sabido cómo hacerlo lo habrían hecho mejor. No obstante esas heridas y traumas de la infancia determina la forma en que respondemos a la vida en el presente.
Una forma de búsqueda inconsciente de resolución a estos traumas es relacionarnos con personas que nos hagan daño en la forma que fuimos heridos cuando éramos niños.
Es como si los cables en nuestro cerebro se hubieran cruzado cuando estos eventos ocurrieron y olvidamos como expresar amor y crear relaciones en respeto.
En cambio, desarrollamos características de personalidad que llamamos defectos, que, en realidad son expresiones de una herida abierta que no sabemos cómo curar.
Por eso es tan importante la auto indagación emocional, la auto observación en esos momentos en los que estamos repitiendo ciertos dramas en nuestra vida, para poder gestionarlos y re-programarnos conscientemente .
Ponernos a un lado del drama, ver el trauma, sentirlo y preguntarnos con calado y con hondura:
¿Qué es lo que estamos haciendo para atraer personas que actúen en la película de nuestra vida con drama?
¿Qué clase de persona estamos atrayendo a nuestra vida?
¿Personas que nos rechazan y critican? ¿parejas que no nos apoyan? ¿jefes que no nos valoran o ignoran? ¿Parejas que nos ignoran? ¿Cuáles son las conductas que hemos desarrollado para asegurarnos de que este drama continúe repitiéndose?
Luego preguntarnos: ¿quién fue esa persona importante en nuestra infancia que nos abandonó, rechazó o traicionó?
¿Qué personaje o figura importante nos desvalorizó y se negó a ayudarnos y apoyarnos cuando éramos niños?
Reconocer y comprender esta clase de eventos, nos ayuda a mirarlos de otra manera, a integrarlos y trascenderlos.
¡Nuestra responsabilidad es hacerlo mejor!